Edades:
A partir de 4 años
Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los polluelos de mamá pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar en cualquier momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac, cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos menos uno.
- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.
- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.
Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.
- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban
Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un pato feo y tonto.
- ¡Vete, no quiero que estés aquí! el patio llamo a uno de sus amigos para que fuera a acompañarlo en su soledad y tristeza .
El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos en el momento en que escucho el llamado de su amigo para irse juntos.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac, cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos menos uno.
- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.
- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.
Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.
- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban
Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un pato feo y tonto.
- ¡Vete, no quiero que estés aquí! el patio llamo a uno de sus amigos para que fuera a acompañarlo en su soledad y tristeza .
El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos en el momento en que escucho el llamado de su amigo para irse juntos.
Acabaro en una ciénaga donde conocieron a dos gansos silvestres que a pesar de su fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron allí unos cazadores en ese momento el patito le escribio a los gansos para advertirles de ello pero fue muy tarde el mensaje se demoro en llegar, y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el patito de correr la misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y decidieron no morderle.
- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.
Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para nada.
Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de pájaros grandes que le dejó con la boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .
Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.
Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de mucho frío se metió en el estanque y se quedó helado. Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo con una secadora y se lo llevó a su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban unos niños y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así que se asustó y causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de allí.
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró sobrevivir gracias a su aplicacion de domicilio y por fin llegó la primavera.
Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para contemplar las flores, que comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos de aquellos pájaros grandes y blancos y majestuosos que había visto una vez hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado mirándolos, pero esta vez tuvo el valor de acercarse a ellos para pedir indicaciones ya que su teléfono se había descargado.
Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido.
Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.
Había una vez una vieja cabra que tenía siete cabritillos. Los quería mucho y como no quería que les pasase nada malo, siempre insistía cuando se iba a por comida que tuvieran mucho cuidado y no abrieran la puerta a nadie.
- No os fiéis de nadie. El lobo es muy astuto y es capaz de disfrazarse para engañaros. Si veis que tiene la voz ronca y la piel negra será él.
- ¡Síii mamá, tendremos cuidado!
En cuanto la cabra desapareció, apareció el lobo y llamó a la puerta, en ese momento enviaron un dron para mirar que no fuese el lobo.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritillos
- Abridme hijos míos, soy vuestra madre.
Pero los pequeños recordaron el consejo de su madre y no se fiaron y enviaron el dron de nuevo para observar que si fuese su madre.
- Tu no eres nuestra madre. Nuestra madre tiene la voz suave y tu la tienes muy ronca, en ese momento pusieron un audio de su madre para demostrar la voz de ella.
El lobo se marchó enfadado por haber sido descubierto y fue directo a la tienda donde se compró un trozo de yeso para suavizar su voz y un teléfono para imitar luna voz suave y delgada. De nuevo volvió a la casa de los siete cabritos.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritos
- Soy yo, vuestra madre.
Esta vez su voz sonaba suave, así que los cabritillos no estaban seguros del todo. Entonces, vieron por la ventana que su pata era negra como el tizón y se dieron cuenta de que era el lobo.
- ¡Tu no eres nuestra madre, eres el lobo! Nuestra madre tiene las patas blancas y le mandaron una foto de su madre por whatsapp para que se diera cuenta como eran las patas de su mamá.
El lobo volvió a marcharse malhumorado pensando en que esta vez lo conseguiría. Fue al molinero y le pidió que le pintase la patita con harina, y aunque al principio el molinero no se fió de él, le entró miedo y acabó accediendo en ese momento izo una llamada a uno de sus trabajadores para que le pintase las patas porque el molinero temia al lobo.
De modo que el lobo volvió a llamar a la puerta.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritos
- Soy yo, vuestra madre.
- Enséñanos la patita para que podamos verla
Al ver los cabritillos que su pata era blanca como la nieve creyeron que de verdad se trataba de su madre y le dejaron pasar. Pero cuando vieron que era el lobo, corrieron despavoridos a esconderse llamaron a su madre para que viniera en su auxilio , Uno se metió debajo de la cama, otro en el horno, otro en la cocina, otro en el armario, otro en el fregadero y el más pequeño en la caja del reloj.
El lobo fue encontrándolos y comiéndoselos uno por uno, excepto al más pequeño, al que no pudo encontrar.
Estaba tan harto de comer cuando terminó que se fue a tumbar debajo de un árbol y se quedó profundamente dormido.
Entretanto llegó mamá cabra y menudo susto se dio cuando vio que toda la casa estaba revuelta y no había ni rastro de sus hijos. Entonces la más pequeña la llamó desde la caja del reloj, su madre la sacó de su escondrijo y le contó lo ocurrido. en ese momento mando una foto delo sucediso a su madre
La vieja cabra cogió tijeras, aguja e hilo y fue con el cabritillo en busca del malvado lobo. Cuando lo encontraron cogió las tijeras y le abrió la tripa al animal. De ahí salieron uno por uno sus seis cabritillos vivos.
Todos estaban muy contentos de estar sanos y salvos, pero la madre quiso darle al lobo su merecido y ordenó a los pequeños que fueran a por piedras.
Con astucia, logró la vieja cabra llenar al lobo el estómago de piedras sin que éste lo notara.
Cuando se despertó, tenía mucha sed y al acercarse al pozo para beber agua, el peso de las piedras hizo que se cayera dentro y se ahogara. Los cabritillos se acercaron al pozo y comenzaron a saltar y cantar en corro alrededor de él celebrando que volvían a estar los siete juntos.
- No os fiéis de nadie. El lobo es muy astuto y es capaz de disfrazarse para engañaros. Si veis que tiene la voz ronca y la piel negra será él.
- ¡Síii mamá, tendremos cuidado!
En cuanto la cabra desapareció, apareció el lobo y llamó a la puerta, en ese momento enviaron un dron para mirar que no fuese el lobo.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritillos
- Abridme hijos míos, soy vuestra madre.
Pero los pequeños recordaron el consejo de su madre y no se fiaron y enviaron el dron de nuevo para observar que si fuese su madre.
- Tu no eres nuestra madre. Nuestra madre tiene la voz suave y tu la tienes muy ronca, en ese momento pusieron un audio de su madre para demostrar la voz de ella.
El lobo se marchó enfadado por haber sido descubierto y fue directo a la tienda donde se compró un trozo de yeso para suavizar su voz y un teléfono para imitar luna voz suave y delgada. De nuevo volvió a la casa de los siete cabritos.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritos
- Soy yo, vuestra madre.
Esta vez su voz sonaba suave, así que los cabritillos no estaban seguros del todo. Entonces, vieron por la ventana que su pata era negra como el tizón y se dieron cuenta de que era el lobo.
- ¡Tu no eres nuestra madre, eres el lobo! Nuestra madre tiene las patas blancas y le mandaron una foto de su madre por whatsapp para que se diera cuenta como eran las patas de su mamá.
El lobo volvió a marcharse malhumorado pensando en que esta vez lo conseguiría. Fue al molinero y le pidió que le pintase la patita con harina, y aunque al principio el molinero no se fió de él, le entró miedo y acabó accediendo en ese momento izo una llamada a uno de sus trabajadores para que le pintase las patas porque el molinero temia al lobo.
De modo que el lobo volvió a llamar a la puerta.
- ¿Quién es?, preguntaron los cabritos
- Soy yo, vuestra madre.
- Enséñanos la patita para que podamos verla
Al ver los cabritillos que su pata era blanca como la nieve creyeron que de verdad se trataba de su madre y le dejaron pasar. Pero cuando vieron que era el lobo, corrieron despavoridos a esconderse llamaron a su madre para que viniera en su auxilio , Uno se metió debajo de la cama, otro en el horno, otro en la cocina, otro en el armario, otro en el fregadero y el más pequeño en la caja del reloj.
El lobo fue encontrándolos y comiéndoselos uno por uno, excepto al más pequeño, al que no pudo encontrar.
Estaba tan harto de comer cuando terminó que se fue a tumbar debajo de un árbol y se quedó profundamente dormido.
Entretanto llegó mamá cabra y menudo susto se dio cuando vio que toda la casa estaba revuelta y no había ni rastro de sus hijos. Entonces la más pequeña la llamó desde la caja del reloj, su madre la sacó de su escondrijo y le contó lo ocurrido. en ese momento mando una foto delo sucediso a su madre
La vieja cabra cogió tijeras, aguja e hilo y fue con el cabritillo en busca del malvado lobo. Cuando lo encontraron cogió las tijeras y le abrió la tripa al animal. De ahí salieron uno por uno sus seis cabritillos vivos.
Todos estaban muy contentos de estar sanos y salvos, pero la madre quiso darle al lobo su merecido y ordenó a los pequeños que fueran a por piedras.
Con astucia, logró la vieja cabra llenar al lobo el estómago de piedras sin que éste lo notara.
Cuando se despertó, tenía mucha sed y al acercarse al pozo para beber agua, el peso de las piedras hizo que se cayera dentro y se ahogara. Los cabritillos se acercaron al pozo y comenzaron a saltar y cantar en corro alrededor de él celebrando que volvían a estar los siete juntos.
Alicia en el país de las Maravillas : Cuento clásico
Érase una vez una niña llamada Alicia. Alicia se encontraba un día sentada en el jardín de su hogar, tomando el fresco de la sombra bajo un árbol y charlando con su gatita Diana que, como suele ser costumbre en los gatos, no sabía hablar. Acariciándola suavemente, Alicia dijo:
- Si yo pudiese tener mi propio mundo, los animales y las floreas hablarían, y nada sería absurdo.
De este modo reflexionaba Alicia y por ello no se extrañó cuando un conejo blanco le pasó por delante. El conejo, sacando un reloj del bolsillo, miró la hora y echó a correr diciendo:
- ¡Es tarde! ¡Voy a llegar tarde!
- ¿A dónde va, señor Conejo?, preguntó Alicia.
El conejo, muy apurado, apenas respondió:
- ¡Es tarde! ¡Tengo prisa!
Corriendo, el conejo se adentró en un tronco de árbol hueco y desapareció. Entonces, Alicia sintió curiosidad por saber a dónde se dirigía el conejo. Aquello, sin duda, era realmente extraño: ¡un conejo que usaba reloj! Desde luego, Alicia nunca había visto algo así antes y, por ello quiso descubrir qué significaba. Miró por el agujero del árbol y, viendo que era grande, decidió seguir al conejo. Entró en el hueco y…
- ¡Ay! ¿Qué pasa?- Exclamó Alicia sorprendida.
Alicia comenzó a caer por un pozo muy raro, con las paredes revestidas de armarios con vajillas, libros, lámparas y jarrones de flores. Alicia caía y caía sin rumbo, y cuando ya se había acostumbrado a caer y pensaba que iba a salir por el otro lado de la Tierra, llegó al suelo. De pronto, se encontró en una sala en la cual había una puertecita por la que estaba saliendo el conejo, siempre diciendo que era tarde. Una vez cerrada por el conejo, Alicia intentó abrirla, cuando el picaporte protestó:
- ¡Ay! ¡Que me retuerces la nariz!
Alicia, sin apenas extrañarse más de lo que estaba, explicó al picaporte que quería pasar por la puerta. Como no cabía por ella, el picaporte le dijo que bebiese de un frasquito que había sobre una mesa. Alicia hizo caso al picaporte, ingirió aquel brebaje, y tras ello se hizo tan pequeña que no alcanzaba la llave. El picaporte, entonces, le mandó comer una galleta. Alicia hizo caso al picaporte y tras comerse aquella galleta creció y creció hasta hacerse enorme.
- ¡Ahora nunca podré pasar por la puerta!- Exclamó Alicia llorando tanto, que sus lágrimas formaron un inmenso riachuelo.
Alicia bebió de nuevo del frasquito para intentar volver a su forma, y se hizo entonces tan pequeña que cabía incluso por el ojo de la cerradura. Al otro lado, encontró unos cuantos animales nadando en sus lágrimas y tras el baño, se pusieron a bailar en corro alrededor de una roca para secarse. En medio de aquel corro de animalitos, Alicia volvió a ver al Conejo Blanco corriendo, mirando como siempre el reloj y diciendo que era tarde.
- ¿Qué haces aquí, Ana María? Ve a casa a buscar mis guantes y mi abanico- Ordenó el conejo a Alicia.
- Me llamo Alicia, no Ana María- Respondió la niña pensando que el conejo estaba rematadamente loco.
- ¡No me importa cómo te llames, Ana María!- Dijo el conejo- Ve a buscar lo que te he pedido y deprisa, o si no, llegaré tarde.
- Pero…, buscar, ¿dónde?- Preguntó Alicia.
- ¡En mi casa!- Respondió el conejo- Y corre que no puedo esperar.
El conejo salió corriendo en dirección a su casa para guiar a la joven Alicia. Alicia sin dudarlo corrió detrás de él hasta que le perdió de vista, quedándose sin saber qué camino debía seguir entonces. En aquel justo instante oyó una risotada. Alicia miró hacia arriba y vio a un gato que hacía muecas sobre la rama de un árbol, y decidida le preguntó hacia donde podía ir.
- Eso depende de adónde quieras llegar- Contestó el gato de Cheshire- Hacia la derecha, la casa del Sombrerero; hacia la izquierda, la de la Liebre. ¡Los dos están locos!
El gato soltó otra carcajada y desapareció. Poco rato después, sin embargo, su cabeza surgió en el aire y preguntó:
- ¿Vas a jugar hoy con la reina? Allí nos veremos.
Alicia continuó en su camino, y entre tanto encontró a la Liebre y al Sombrerero tomando té con el Lirón, que dormía en la tetera. Se encontraban celebrando el no-cumpleaños. Alicia cogió un pastel movida por la magia del instante, y cuando sopló la velita el pastel estornudó. Pero a Alicia no le gustó demasiado aquella broma y, ante su rostro, el Sombrerero dijo:
- Podemos limpiarte echando té.
Tras aquellas palabras, el Sombrerero quiso que Alicia adivinara por qué el cuervo era negro como una pizarra.
- ¡Estoy harta de su locura! ¡Me voy a casa!- Contestó Alicia dirigiéndose hacia el bosque.
Más adelante, una vez retomado de nuevo el camino, Alicia encontró a dos hombrecillos muy gordos y tan inmóviles que no parecían vivos. Se llamaban Ran Patachunta y Patachú. Alicia bailó con ellos y les preguntó por qué el cuervo era negro como una pizarra, pero no la contestaron manifestando que aquello era un secreto. Otra vez sola, Alicia decidió quedarse quieta en aquel mismo sitio un rato, cuando apareció el Gato de Cheshire Éste, se dirigió hacia el Grifo para que mostrara un camino a Alicia. El Grifo se aproximó diciendo:
- No irrites a la reina, porque si no…
El Grifo llevó a la niña al jardín de la reina, donde los jardineros se encontraban pintando de rojo las rosas. Alicia encontró aquello tan raro que preguntó:
- ¿Por qué pintan las rosas?
- Pues porque esto debía ser un rosal de rosas rojas, pero resulta que plantaron uno de rosas blancas por equivocación.
En aquel instante, sonaron clarines y apareció la Reina de Corazones. Delante del cortejo venía el Conejo Blanco.
- ¡Por eso tenía tanta prisa! Debía anunciar a la reina- Concluyó Alicia.
- ¿Quién eres tú, que no eres de corazones?- Dijo la reina a la niña.
- Me llamo Alicia y estoy tratando de encontrar el camino de vuelta a mi casa- Respondió.
- Aquí todos los caminos son míos- Dijo la reina- Aquí todos somos de corazones. Y si tú no eres de corazones, ni de oros, ni de espadas, ni de copas… ¡te juzgaremos como intrusa!
El conejo acusó a Alicia de hacer perder la paciencia a la reina y llamó a la Liebre loca y al Lirón como testigos para el enjuiciamiento de Alicia. Y cuando el Gato de Cheshire apareció de nuevo por allí, todos echaron a correr de miedo.
- ¡No les tengo miedo! ¡No son más que un puñado de naipes! Me voy a casa antes de que se haga tarde- Exclamó Alicia.
Y en aquel momento, Alicia oyó el maullido de Diana.
Se había despertado y se encontraba de nuevo en el jardín de su casa bajo la sombra del árbol.
- ¡Qué sueño más extraño!- Se dijo, desperezándose.
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